9. RELACIONES DE PUEBLOS DEL OBISPADO DE CUENCA

 100 libros para conocer Cuenca


Edición de Julián Zarco Cuevas

Cuenca, 1927. Imprenta del Seminario Conciliar, dos volúmenes. I) CXLI+390 pp., II) 415 pp. Biblioteca Diocesana Conquense, núm. 1 y 2. Edición de 400 ejemplares numerados.


Dos mentes privilegiadas, separadas por más de medio siglo, confluyeron para dar forma a una de las más destacadas aportaciones que la inteligencia humana ha hecho para el conocimiento del ser y el estar de la tierra de Cuenca. A Fermín Caballero corresponde el impagable mérito de haber localizado y puesto a la luz los manuscritos correspondientes al interrogatorio que por orden de Felipe II se envió a todos los pueblos de la corona de Castilla y que estaban conservados, si bien de manera incompleta, en el monasterio de El Escorial. El descubrimiento público de ese hallazgo lo hizo el ilustre barajeño en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, en 1866, corporación que de inmediato anunció el propósito de proceder a la edición de tan valiosos originales, bonísima intención incumplida, pues apenas si unos pocos papeles consiguieron ver la luz en aquel tiempo.

Fue preciso esperar a que avanzara el siglo XX para que otro benemérito hijo de Cuenca, el padre Julián Zarco Cuevas, acometiera la empresa de transcribir los documentos correspondientes al obispado y llevarlos a la imprenta, que fue precisamente la que entonces tenía el Seminario de San Julián. Era el año 1927 y de esta forma, dando ese salto temporal, la obra iniciada por Caballero podía al fin ver la luz y empezar a servir para algo útil. Pocas cosas lo son tan valiosas e importantes como el propio conocimiento y eso, que es una afirmación general, tiene aplicación muy concreta y directa en el caso de Cuenca, donde la insuficiente falta de estudios publicados se une a un generalizado desinterés popular por lo que verdaderamente importa conocer, más allá de la Semana Santa o las fiestas tradicionales de cada lugar. Dejando aparte esta siempre oportuna observación tangencial, volvamos a la esencia y fundamento del libro que nos ocupa.

El trabajo realizado por el padre Zarco (Cuenca, 1877 / Paracuellos del Jarama, 1936) fue realmente minucioso y con unas aportaciones propias de enorme valor. Lo tiene el capítulo introductorio en el que explica con todo detalle la génesis, desarrollo y aplicación del objetivo que animaba al rey Felipe II a saber todo lo que entonces le parecía de interés para un mejor conocimiento de la monarquía que estaba gestionando, y que ya de entrada nos permite hacer algunas curiosas observaciones, como la de comprobar que al rector de la monarquía no le preocupaba nada lo que tuviera que ver con la educación (de la que apenas si se ofrecen algunos datos tangenciales) o con el arte y el patrimonio, de los que no hay prácticamente ninguna noticia. A continuación, Julián Zarco desmenuza el contenido de las Relaciones, agrupando los temas, para ofrecer valiosas observaciones sobre cómo era la vida en la provincia de Cuenca a finales del siglo XVI, a través del funcionamiento de la Hacienda pública, los tributos y la recaudación, la influencia del comercio exterior y la industria, la problemática del sector agrícola, la decadencia de la ganadería, la despoblación (sí: ya entonces era un problema el estancamiento poblacional en la España interior), la emigración a las Indias, el sector laboral, con especial dedicación a cuanto tenía que ver con los pobres y holgazanes, la vida urbana, los juegos, fiestas y costumbres y, en fin, cien detalles más que nos ayudan, gracias al cuidadoso relato de Zarco, a tener una amplísima visión de conjunto sobre cómo era y qué pasaba en la provincia de Cuenca en esa época.

Todo ello es, naturalmente, el complemento de lo que, al fin y al cabo, constituye el auténtico meollo del libro, los textos que recogen las respuestas dadas por los pueblos al interrogatorio real y que sin en algunos casos tiene muy poco contenido, como hechas a desgana, en otros ofrecen una abundantísima información que aún sigue siendo valiosa en nuestro tiempo. Lo único lamentable es que no todos los pueblos cumplieran el mandato real aunque, como esto parece imposible en un régimen marcado por la autoridad omnímoda de Felipe II quizá lo más acertado sea suponer que, sencillamente, los expedientes se perdieron en algún trajín del correo o, quizá, están todavía perdidos en el recoveco de algún archivo.

De este valioso trabajo hay una edición moderna, a cargo de Dimas Pérez Ramírez, publicada por la Diputación Provincial en 1983.


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