Nuestra última recomendación en la radio, en el espacio que tan generosamente nos ceden en Hoy por Hoy Cuenca, de la Cadena Ser Cuenca, recomendamos un libro de Julio LLamazares publicado este año. Esta es nuestra reflexión sobre la obra, por si la queréis conocer mejor:
LAS ROSAS DEL SUR, JULIO LLAMAZARES. ALFAGUARA, 2018
LAS ROSAS DEL SUR, JULIO LLAMAZARES. ALFAGUARA, 2018
Las rosas del sur, es la continuación de Las rosas de piedra (Alfaguara, 2008). Un recorrido en total por 75
catedrales españolas que son las protagonistas y la excusa para hacer un libro
de viajes. Ha dividido este inmenso proyecto en dos entregas por el largo
tiempo de redacción (más de 16 años en total) y lo voluminoso que hubiese
resultado un solo volumen, más de 1.100 páginas. Las cifras hablan de la
envergadura del proyecto: más de 20.000 kilómetros, ocho o diez cuadernos
manuscritos, 14 viajes.
Por lo tanto, las dos obras tienen la
misma idea y el mismo estilo, solo que esta segunda se refiere a catedrales de
la mitad sur de España (la otra se refería a las del norte). Pero se pueden
leer de manera independiente, incluso cada viaje, se puede leer de manera
independiente al resto del libro.
Comienza con el 7º viaje (en el primer
libro había hecho 6), en Madrid. Luego recorre Extremadura (Plasencia, Coria);
La Mancha y alrededores (Ciudad Real, Cuenca); Levante (Sierra de Espadán,
Valencia, Murcia); Baleares (Menorca, Mallorca). El valle del Guadalquivir (La
sombra de Machado, Córdoba); Granada, Jerez, Cádiz. Canarias (La Laguna.)
Cuál
es el estilo
Aunque hay un trabajo de documentación detras, la
literatura de viajes es un género muy peculiar, en el que se mezcla la ficción
y la información. No es un libro “útil” como las guías de viajes, ni de
conocimientos, como un tratado de Arte o un manual de Historia, sino que ofrece
la visión personal y subjetiva del viajero, a pesar de que hay detrás un
trabajo de documentación y de descripción. Cuenta, por tanto, lo que ve y lo
que le ocurre, como dice el autor “eso es lo que han hecho siempre los
escritores y los viajeros que escriben y viajan por puro placer”
Llamazares es un romántico de la idea
del viaje. En su narración, se refiere a él mismo como «el viajero», en tercera
persona. Ese personaje quien marca el
ritmo y habla con los paisanos, el que curiosea y no para de preguntar
(preguntarse) por todo. Aunque no sea un libro de historia ni un tratado de
arquitectura, va anotando sensaciones, diálogos y un montón de información para
transportarnos a todos los lugares que pisa.
Hay
un capítulo dedicado a la catedral de Cuenca
Es un capítulo que ha titulado “Cuenca
en Otoño”, y en el que, antes de llegar a la catedral, relata sus primeras impresiones cuando llega
a la ciudad, que ya conocía, pero que vuelve a describir con detalle, desde la
luz, las callejuelas... Cuenta cómo habla con la gente, con los vecinos,
escucha las conversaciones de dos señoras que suben en autobús, y charla con
algún personaje del Casco Antiguo conocido por los vecinos (un pintor apodado “Kandisnky”).
Llamazares es un viajero curioso, hablador, todo lo quiere saber, pregunta, y
todo lo observa.
Ya en la Catedral discute –brevemente-
con los trabajadores de la puerta, porque es
contrario a que haya que pagar para visitar las catedrales (piensa que
debe haber otra fórmula para mantenerlas porque así deja de formar parte de la
vida de la ciudad). Luego va explicando lo que cuenta la audioguía y va tomando
notas de cada capilla, cada rincón... mezclando los datos nuevos y lo que ya
había leído con sus impresiones, por ejemplo el contraste del Arco de Jamete
con la sobriedad del claustro, y “la gran cantidad de capillas, altares y obras
de arte que la catedral alberga sólo en el eje y el tramo norte de la girola”
hacen que tenga que parar para poner en orden sus ideas, y hace un descanso
para comer. Añade (...) Hace un alto
para comer y luego regresa. Añade que de tanto tomar notas y fijarse en
detalles, casi olvida que Cuenca es una ciudad que merece la pena verse, aunque
ya se concozca.
También hace referencia a la guía de
viajes de Federico Muelas, que ya conocía, y más adelante, cuando sale de la
catedral y pasea por la calle de San Pedro, sube al castillo y ve atardecer en
las hoces, regresa a la plaza y a la altura de San Pantaleón encuentra la
escultura del poeta, cita varios párrafos de la guía y con ellas cierra el
capítulo dedicado a Cuenca.
Es
solo un ejemplo de cómo es el libro, porque esta misma forma de narrar es común
a todos los capítulos. En definitiva, con la excusa de las
catedrales, Llamazares cuenta el contexto de las ciudades, de los barrios que
las rodean y de si generan vida, o no, y de qué tipo. Y, sobre todo, esta
narración le va llevando a sus recuerdos personales: “Todo viaje es alrededor
de uno mismo”.
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